Mientras el Banco de Inglaterra lucha contra el aumento de los costos, Turquía está siendo devastada por la inflación.

La inflación casi alcanzó el 50 por ciento en julio debido a que una economía sobrecalentada puso a los consumidores bajo presión, según el Instituto de Estadística de Turquía.

Los precios al consumidor aumentaron un 47,8 por ciento el mes pasado, un aumento sustancial desde el 38,2 por ciento en junio.

Actualmente, en pleno verano turco, los hoteles y restaurantes registraron los mayores aumentos en julio, con un aumento del 82,6 por ciento. Los costos de los alimentos aumentaron un 61 por ciento.

Turquía todavía se encuentra en medio de una crisis de costo de vida, incluso cuando el nuevo equipo económico que el presidente Recep Tayyip Erdogan nombró en junio continúa desmantelando políticas no convencionales que estuvieron vigentes durante años.

Bajo el nuevo ministro de Finanzas, Mehmet Simsek, Turquía abandonó su costosa defensa de la lira y permitió que ésta cayera en picado una cuarta parte frente al euro desde finales de mayo.

Simsek ha aumentado los impuestos sobre una amplia gama de bienes y servicios, incluido un aumento del 200 por ciento en los impuestos a la gasolina, para enfriar la demanda y recargar las arcas del gobierno.

El jefe del banco central, Hafize Erkan, pronosticó la semana pasada que la inflación alcanzaría el 58 por ciento este año, cayendo al 33 por ciento a finales de 2024 y al 15 por ciento el año siguiente.

Pero a muchos economistas les preocupa que Erdogan, un oponente de los altos costos de endeudamiento, no permita que el banco central suba las tasas a un nivel suficiente para enfriar la inflación.