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José Luis Hernández de Arce - Edimburgo

20 de octubre de 2024

La inflación puede aumentar... y a los gobiernos de todo el mundo les gusta, dice HAMISH MCRAE

La inflación puede aumentar... y a los gobiernos de todo el mundo les gusta, dice HAMISH MCRAE

En Gran Bretaña estamos esperando ver cuán duramente nos va a golpear Rachel Reeves en su presupuesto dentro de diez días. 

Pero los gobiernos de casi todas las principales economías se encuentran en el mismo aprieto: una lucha por cubrir el gasto diario con ingresos fiscales y el creciente costo de financiar la deuda nacional.

Esta presión fue destacada por el Fondo Monetario Internacional antes de su reunión anual esta semana en Washington. 

Señaló que la deuda pública total superaría los 100 billones de dólares (77 billones de libras esterlinas) para finales de este año, y representaría más del 100 por ciento de la producción mundial –o producto interno bruto– para finales de la década, tal vez mucho antes.

El Reino Unido superó ese hito en particular en agosto, con nuestra deuda nacional, de 2,7 billones de libras esterlinas, un aumento de más de 4,3 puntos porcentuales respecto al año anterior.

La Oficina de Responsabilidad Presupuestaria espera que el servicio de esa deuda cueste £89 mil millones en este año financiero, o el 7,3 por ciento de todo el gasto público. 

Nos enfrentaremos a esto porque no tenemos otra opción. Tenemos que pedir prestado a los mercados y en este momento nos está costando más del 4 por ciento por dinero a diez años.

Francia e Italia también están aumentando los impuestos, aunque no está claro si el primer ministro francés, Michel Barnier, logrará aprobar su presupuesto. 

El desafío para todos es contener el gasto y sacar más dinero del sistema tributario sin perjudicar el crecimiento.

Existe un claro peligro de que se produzca un desequilibrio, como lo demuestra el trabajo de la Comisión de Crecimiento. Pero hay que hacer algo.

Sin embargo, hay un país que no ha tomado ninguna medida para frenar su deuda nacional, y es el más importante de todos: Estados Unidos.

La deuda ya es más alta que aquí (el Banco de la Reserva Federal de San Luis la sitúa en el 120 por ciento del PIB) y se prevé que aumente aún más si las políticas de cualquiera de los candidatos presidenciales se ponen en práctica sin cambios. 

Con Donald Trump, el principal impulsor son los impuestos más bajos, con Kamala Harris un mayor gasto, pero el resultado sería más o menos el mismo.

Las proyecciones muestran un déficit ligeramente mayor bajo Trump, pero aumentando casi igual de rápido bajo Harris. 

Así que, si bien el viejo dicho es cierto –el presidente propone, pero el Congreso dispone–, en este momento todo parece indicar que la deuda nacional de Estados Unidos seguirá aumentando.

Es decir, hasta que algo lo detenga. ¿Qué podría ser eso? Esa es una pregunta difícil. Por el momento, la escala y el impulso de la economía estadounidense, además del estatus de refugio seguro del dólar, significan que los inversores globales están felices de seguir financiando al gobierno. 

El dólar sigue siendo todopoderoso: ¿dónde más pones tu dinero? Pero ha habido períodos en los que los inversores han perdido la confianza en los activos en dólares.

El episodio más dramático ocurrió en 1980, cuando el presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker, elevó las tasas de interés al 20 por ciento para aplastar la inflación y restaurar la confianza en la moneda.

Estados Unidos no va a caer en default. Puede imprimir el dinero. Pero hay señales de advertencia, entre ellas el precio récord del oro, de que los inversores están nerviosos.

La deuda global es un tema que preocupa a la gente, como se refleja en esos comentarios del FMI, pero lo que impulsará el cambio será algo que haga que los inversores pierdan la confianza en la deuda pública.

No podemos saber qué causará eso –ni cuándo sucederá–, pero sí sabemos que cuando algo es insostenible, no se mantendrá.

Entonces, ¿qué significa esto para cualquiera que intente proteger sus ahorros? La conclusión predominante y preocupante es que debemos ser conscientes de que la inflación probablemente volverá a subir. 

No pueden decirlo, pero a los gobiernos de todas partes les gusta, ya que reduce el valor real de la deuda pública y permite que los impuestos aumenten sigilosamente. Estamos viendo esto último aquí a medida que se congelan las bandas impositivas.

Eso sugiere comprar activos reales, en particular propiedades, y acciones de empresas con poder de fijación de precios: aquellas que producen bienes y servicios que los clientes tienen que comprar.

Significa no guardar efectivo en cuentas bancarias con intereses bajos. Y significa no tener deuda pública. Deja que alguien más corra el riesgo.

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